Hasta que la dignidad se haga costumbre
El Sindicato de los trabajadores de la Viña San Pedro fue fundado el 06 de noviembre de 1970. En su alborada se llamó Sindicato Profesional de Empleados Particulares de la Empresa Wagnerstein y Compañía S. A. y Comercial. En aquel tiempo era uno de los 10 grupos económicos más importantes de Chile.
-¿Cuáles son los principios que rigen el devenir del Sindicato? |
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- Entrevista con Mario Olivares, Presidente de la Organización Sindical
El Sindicato de los trabajadores de la Viña San Pedro fue fundado el 06 de noviembre de 1970. En su alborada se llamó Sindicato Profesional de Empleados Particulares de la Empresa Wagnerstein y Compañía S. A. y Comercial. En aquel tiempo era uno de los 10 grupos económicos más importantes de Chile. Antes no había sindicato. Pero ligado al ascenso del gobierno de la Unidad Popular, quien forma el sindicato no fueron los trabajadores, sino que la empresa.
-¿Por qué?
Porque la empresa consideró que era necesario organizar a los trabajadores y ceder algunas prebendas. La compañía, como vitivinícola, era dueña de fundos en la VII Región. Entonces pensó que si creaba un sindicato con trabajadores ‘bajo su control’, amañados, sería la mejor herramienta para impedir que otros obreros agrícolas se tomaran los predios, debido al proceso de reforma agraria.
-¿Cuándo comenzaste a desempeñarte en la firma?
Yo llegué en 1975 a la empresa a laborar en el área de contabilidad. Ya existía la computación, pero no en la compañía. Lo que había eran unas máquinas inmensas NCR, llenas de teclas. Entonces la parte administrativa de la firma se ubicaba en el entrepiso del edificio que está en Ahumada con Agustinas, en pleno Santiago-Centro.
-¿Y dónde laborabas antes?
En un trabajo más bien precario. Se trataba de una cooperativa médica que quedaba justo frente al Ministerio de Defensa, en avenida Bulnes, y que la habían formado médicos de izquierda. La cooperativa tenía convenio con diversas empresas para las prestaciones de salud de los asalariados. Yo allí me dedicaba a realizar las planillas de descuento para las empresas con convenio. Con el contador general de Wagnerstein, Carlos Vidal Cassigoli, uno de nuestros clientes, labramos una excelente relación. Carlos Vidal era demócrata cristiano y yo comencé a sincerar con él mi historia política. Me dijo que él había avalado el golpe de Estado como DC, pero que todos sus primos eran de izquierda, algunos incluso del MIR, y así fue que se fortaleció nuestra amistad. De ese modo, un buen día me propuso irme a trabajar con él. Yo le respondí inmediatamente que sí. ‘A la primera oportunidad que se presente, te llamo’, me replicó. Al poco andar, se enfermó una funcionaria del departamento mecanizado de contabilidad donde se desempeñaban seis personas, y mientras estuvo con licencia, Carlos Vidal me ofreció cubrirla. Quedé trabajando medio tiempo allí, y medio tiempo en la cooperativa médica. En ese tiempo se trabajaba 33 horas a la semana. Y como me quedaban tan cerca ambos lugares, no tuve problemas. En febrero de 1975 comencé a desempeñarme en la Viña San Pedro, a honorarios. Y ya el primero de mayo de ese mismo año, empecé a trabajar tiempo completo para la Viña, con el triple del sueldo que ganaba en la cooperativa médica y además contratado. Al año siguiente, en 1976, creé el Departamento de Informática.
Al poco tiempo se me acercó un dirigente sindical (de los impuestos por la gerencia) y me incorporé a la organización. Yo seguía militando en la clandestinidad en la Resistencia contra la dictadura Cívico-Militar de Pinochet.
Mientras pasaba el tiempo, se amplió el número de personas descontentas con la dictadura, y convinimos que en cuanto existieran las condiciones y se pudieran elegir los representantes, me lanzarían de presidente del Sindicato. Llegó 1979, comenzó la votación de verdad para escoger dirigentes sindicales y fui elegido por mayoría presidente. Hasta el día de hoy.
El cambio del lenguaje desde la Unidad Popular hasta la dictadura militar
-¿Qué hiciste como dirigente y, a la vez, miembro de la peligrosa lucha contra la dictadura más sanguinaria que ha conocido Chile?
Sin demora, vinculé al Sindicato a la Confederación de Empleados Particulares de Chile, CEPCH, que entonces funcionaba en la calle Teatinos, en el corazón de la dictadura. Allí tuvimos nuestra primera oficina.
(Como grupo económico, los Wagnerstein poseían diversos negocios, no sólo viñeros. Uno de ellos era la fábrica Tecsonic. En 1969, antes de la llegada de la Unidad Popular, en Cerrillos los trabajadores de la empresa Tecsonic, fabricantes de los televisores Telefunken, realizaron una huelga que fue duramente reprimida. En la confusión, se quemó la empresa y apresaron a todos los trabajadores que eran más de 200. Les aplicaron la ley de seguridad interior del Estado. Entonces sus familias, esposas e hijos, acamparon en el Congreso Nacional que estaba entre las calles Bandera, Compañía, Catedral y Morandé de Santiago, durante alrededor de dos meses, hecho que tuvo connotación mundial. Finalmente, se pudo probar que quienes quemaron la industria fueron miembros del entonces llamado Grupo Móvil de Carabineros.
En 1979, a partir de la Reforma Laboral de José Piñera (hermano de Sebastián), se pudo volver a elegir a los dirigentes sindicales. Entre el golpe de Estado de septiembre de 1973 y la Reforma Laboral, existían sindicatos, pero sus representantes eran designados por las gerencias.)
-¿Qué lograron hacer en episodios tan duros para los asalariados y el pueblo, en general?
Antes de todo, le imprimí un carácter de Clase al Sindicato, y confrontacional. En ese andar se cayeron algunos dirigentes que habían sido electos conmigo. Algunos se asustaron, otros se vendieron, y hubo períodos en que únicamente yo era la directiva del Sindicato. De hecho, un año negocié solo con la empresa.
-¿Cómo conseguiste la lealtad de los socios?
Al principio me dirigía a los trabajadores como en los mejores tiempos de la Unidad Popular. Sin embargo, en la práctica, me percaté que esa forma de comunicarme provocaba rechazo entre la gente. En consecuencia, rápidamente cambié el lenguaje, la manera de decir, manteniendo el contenido de los mensajes. Apresurado debí adaptarme a las nuevas condiciones históricas y subjetivas de los empleados.
-¿Siempre se mantuvieron los mismos dueños?
A fines de 1979, el grupo que controlaba la empresa entró en crisis financiera, y vendieron gran parte de las acciones de la Viña San Pedro al grupo Ruiz Mateos Sociedad Anónima, Rumasa, de España. Este grupo en el país hispano era dueño de una cantidad increíble de bancos que a comienzo de los años 80’ cometió tantas irregularidades que fue expropiado parcialmente por el Estado español.
Antes de que la Viña debiera ligarse a Rumasa, manteniendo la mayoría de las acciones, había crecido mucho a costa de comprar varias viñas más pequeñas a precios ridículamente bajos.
No pasó mucho tiempo hasta que los accionistas tanto chilenos como españoles, empezaran a pelearse brutalmente. Incluso a golpes. Finalmente, el grupo Rumasa se quedó con toda la Viña.
-Y en tanto, ¿qué ocurría con el Sindicato?
Mientras, yo comencé a ingresar socios de las distintas plantas de la Viña, a lo largo de todo Chile, y logré conformar un Sindicato nacional, pasando de alrededor de 100 miembros a más de trecientos. Entonces la Viña contaba con sucursales de Arica a Punta Arenas y existían embotelladoras y plantas en todo el país. Cuando yo llegué a trabajar y hasta alrededor de 1980, la Viña vendía al mercado interno y exportaba exclusivamente a Brasil, país que demandaba vino blanco y de la marca Santa Helena.
Se vuelve masiva la lucha contra la dictadura militar
-En el primer tercio de los 80 del siglo XX, Chile y gran parte del mundo sufrió la llamada “crisis de la deuda” que abrió un ciclo de fuertes protestas masivas en el país. Allí quienes convocaban a las protestas contra la dictadura eran representantes de los trabajadores.
Me volví dirigente de la CEPCH, y como representante de ella, me ligué a la Central Nacional Sindical, que es la antecesora del Comando Nacional de Trabajadores, CNT, y de la actual Central Unitaria de Trabajadores, CUT.
Tucapel Jiménez era presidente de la Agrupación Nacional de Empleados Fiscales. Con él estuve dos días en una reunión sindical clandestina en la sede del Sindicato de la Compañía de Teléfonos de Chile, apenas 48 horas antes de que fuera asesinado por la Dirección de Inteligencia Nacional del Ejército, DINE, el 25 de febrero de 1982.
En la reunión con Tucapel Jiménez estábamos un buen grupo de dirigentes. Allí se acordó la unidad del movimiento sindical, más allá de las ideas de cada quien. La única condición, naturalmente, era estar en contra de la dictadura.
-¿Cómo eran las negociaciones con la empresa en esos tiempos?
Prácticamente igual que ahora. El objetivo era y es mejorar las condiciones remuneracionales y laborales. Nunca tuvimos que ir a la huelga. En varias ocasiones el Sindicato votó la huelga, pero al final nos allanábamos a un acuerdo razonable con la empresa.
-Con tu historia política, podrías haber promovido las huelgas…
Sí. Pero siempre he tenido muy presente las correlaciones de fuerzas. No podíamos perder lo que ya se había construido por medio de una huelga incierta. Recuerda que estábamos en plena dictadura. Otros dirigentes sindicales de izquierda, sí, efectivamente, impulsaron huelgas que terminaron por destruir los sindicatos. Yo aprendí de un sociólogo demócrata cristiano progresista, que estuvo incluso en el exilio, que lo más importante era saber ocupar los pocos espacios democráticos que teníamos bajo la tiranía.
-¿Por qué crees que la empresa jamás te echó a la calle?
Siempre me lo he preguntado. Muchas veces me amenazaron, incluso con entregarme a la CNI. Y concluí que después de todo, me gané el respeto de la compañía. Desde el comienzo dejé claro a la compañía que mi rol era defender los intereses de los socios, así como el papel de las gerencias era cautelar los intereses de la empresa. Tengo la costumbre de mirar a cualquiera de igual a igual. De hecho, en la actualidad, nosotros, el Sindicato, premia al “mejor gerente” a costa de nuestros recursos. Es una manera de decir, ‘así como ustedes usan la táctica de premiar al “mejor empleado”, pues nosotros, en igualdad de condiciones, también premiamos al “mejor gerente”.
De vuelta a la democracia representativa
-¿Y cómo son las negociaciones ahora?
Parecidas a las negociaciones clásicas. Eso sí, nosotros bajo ningún punto de vista negociamos los beneficios ya conquistados en el pasado. Nuestro piso mínimo es la suma de conquistas del contrato colectivo anterior.
-¿Y la Federación a la que pertenece el Sindicato?
Además de haber sido dirigente de la Federación Nacional de Trabajadores del Holding CCU Heineken desde su fundación, actualmente, por razones personales, no lo estoy. La Federación está afiliada a la Central Unitaria de Trabajadores, CUT. Allí tenemos dos consejeros nacionales. El actual presidente de la Federación y yo. El eslogan de la Federación es “Hasta que la dignidad se haga costumbre”. Nuestra Federación es claramente de izquierda y está por la independencia de los intereses de la clase trabajadora. Existe también otra Federación del rubro, muy luchadora por cierto, pero que trabaja en forma paralela. En nuestro último Congreso, sus dirigentes asistieron como Delegados Fraternos. Ahora bien, para mí lo importante es construir los cuadros de relevo; los dirigentes sindicales que tienen que conducir la organización en el futuro inmediato. Es vital al respecto evitar el caudillismo, el paternalismo y otros vicios que existen en el mundo sindical. Así como es cardinal la autonomía económica de las organizaciones sindicales.
Los principios, los valores
-¿Cuál es el modo y la actitud en que se enfrenta cada negociación colectiva?
Antes que todo, nosotros construimos el Proyecto de Contrato Colectivo realizando una serie de asambleas de socios a lo largo de todo el país con el fin de recoger todas las aspiraciones e inquietudes de las y los trabajadores. Luego de este proceso, la directiva se ocupa de sistematizar las demandas compiladas y de evaluar cuáles son relevantes y tienen la pertinencia de ser inscritas en el Proyecto. Al mismo tiempo, evaluamos la situación de la empresa en términos económicos y financieros, observando el papel que juega el holding CCU en el contexto general de la economía y de la política del país, de modo de establecer las prioridades de nuestro Proyecto.
Siempre tenemos consideradas las políticas hacia las y los trabajadores del gobierno de turno.
-Respecto de lo anterior, ¿cuál es la política de los grandes conglomerados empresariales en relación a los empleados?
Los empresarios buscan que las negociaciones y las reivindicaciones del mundo del trabajo se traduzcan en demandas económicas que rápidamente se conviertan en metas laborales a conseguir. El empresariado intenta que nuestras demandas se transformen en la parte variable del salario. En otras palabras, los empresarios quieren que los sindicatos pierdan su poder negociador, y que nuestras justas aspiraciones no queden en el contrato colectivo, salvo como puntos de la remuneración variable y no como mejoramientos salariales seguros.
O sea, que el empresariado pretende una absoluta subordinación de la fuerza de trabajo a sus intereses.
-A escala mundial puede verse que los grandes capitalistas están produciendo un conjunto de estrategias cuya finalidad es el abaratamiento de la fuerza de trabajo. ¿Ocurre en el caso de ustedes?
Efectivamente. En el nivel nuestro, el gran empresariado hace lo mismo. Sin embargo, hasta este momento, nuestro Sindicato no ha permitido la implementación total de esas políticas antilaborales. A la mayoría de los sindicatos del holding Luksic, hace años que le impusieron esa lógica. Pero a nosotros no.
Es decir, hemos conseguido que no se vuelva variable la totalidad de nuestros sueldos, en un contexto donde los empresarios quieren que ni siquiera exista el sueldo mínimo.
-¿Y cómo han logrado resistir esas políticas feroces?
Hemos construido en el tiempo un Sindicato muy bien articulado; que camina a través de una dirección que tiene muy claros sus intereses como clase social que sólo cuenta con su fuerza de trabajo para sobrevivir.
Y ha sido primordial el ejercicio permanente de la democracia sindical. Las y los socios del Sindicato conocen perfectamente el sistema que la empresa nos quiere imponer. Los trabajadores son conscientes de sus intereses colectivos.
Y ocurre que cuando avanza el proceso de negociación, comienzan a tensionarse las relaciones entre los empleados y la empresa, y con las pocas herramientas legales con las que contamos, hacemos uso legal y legítimo de la votación de huelga y el rechazo a la propuesta de la compañía. Ello ha pasado en todas nuestras negociaciones.
Mira, la Viña San Pedro Trapaca S.A. es eminentemente una empresa exportadora. El 75% del negocio de la firma se explica por la demanda externa del país, y el resto por la interna. Ese fenómeno, que marca a toda la economía chilena, procuramos emplearlo a nuestro favor.
Hace varios años atrás hicimos efectiva la huelga. Pero no paralizamos la producción, sino que nos concentramos en las exportaciones. La huelga apenas tuvo una duración de un día y medio, debido a las pérdidas que significaron para la corporación la no realización de sus diversos compromisos comerciales.
-¿Cuáles son los principios que rigen el devenir del Sindicato?
- La defensa irrestricta de los derechos de las y los trabajadores.
- A nosotros nos mueve una ética fundada en la honestidad, la coherencia (hacemos lo que decimos y pensamos lo que hacemos).
- La transparencia en materia de la administración de los recursos de la organización; la solidaridad, la democracia interna.
- Y naturalmente, la autonomía plena, y la independencia de los intereses de la clase social trabajadora respecto de cualquiera entidad distinta de esos derechos.
Entrevista realizada por el periodista Andrés Figueroa, abril del 2018.